Sobre la desnudez y la casa - a propósito de “El despertar de la sirvienta” de Eduardo Sívori-

Despierto y casi no amanece en Lisboa. Es un día gris y húmedo. Me incorporo al costado de la cama buscando inmediatamente medias, un abrigo. Es el frío de febrero. En ese instante mi mente trae la imagen del cuadro pintado por Sívori, “El despertar de la sirvienta”. ¿Será, tal vez, porque al incorporarme he quedado en una posición parecida a como fue retratada aquella mujer? ¿O será porque estar de vacaciones suele dejarme predispuesta a la profundidad en cualquier momento?. Sea por el motivo que fuere, comprendo, sin haberme lavado la cara todavía, que aquella pintura es de una tremenda exposición, una tremenda desnudez, no la del cuerpo, sino la de la casa abierta a los ojos de los otros. La casa es la que está desnuda, la casa es el lugar de la desnudez, en oposición a ese ámbito, el afuera de reglas tan eficaces como intangibles que permiten una cierta dinámica, transacciones de todo tipo y hasta el afecto. Mientras pongo a calentar el café, pienso, la sirvienta se viste para el mundo público para mimetizarse, como lo hacemos todos. La sirvienta en su casa, o mejor, la casa de la sirvienta contiene en cambio todo lo que no será visto, todo lo que constituye su confort, su comodidad, lo querido, lo elegido o lo no elegido pero mantenido de todas formas -por pena, culpa, compasión o temor-, para acompañarla hasta esa desnudez. La desnudez del cuadro de Sívori, no es tanto ese torso descubierto de la mujer, como las ropas que se está calzando, las paredes de su cuarto, sus sábanas, su cofia y su mirada cansada del día que anticipa. Ese gesto, esa postura no se volverán a descubrir cuando atraviese el umbral. El pintor nos entrega en esta escena que parece captada a través de un disparo fotográfico, el material para una reflexión sobre nuestra propia desnudez, sobre la posibilidad de que alguien pueda conocer verdaderamente nuestro rostro. Con la tasa humeante entre mis manos, me pregunto ¿qué es una casa, entonces? 

Lisboa, 9 de febrero de 2018

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