En una calle cualquiera

Hace poco, Caminando por Posadas, di con una sala donde se exponían esculturas de alguien a quien no había oído nombrar.


Entré, atraída por la que encabezaba el pelotón de figuras. Una mujer-niña suspendida en el espacio, tomada de una cuerda que serpenteaba. Ella flotaba, levitaba. Su mano en la cuerda, su pecho irradiando. Recorrí, una sensación tras otra. La equilibrista, el navegante. Apareció el nudo en la garganta, el que habla de conmoción, de admiración. Así sin más, pasando por una calle cualquiera, el espacio se abrió en un punto hacia otra dimensión.

Después, de adentro me llega el lamento. Porque pregunto: -¿están a la venta?. - Sí. Un lamento que pocas veces suena, el de no tener el dinero suficiente para llevar a la niña nocturna rampante a casa, para tenerla conmigo, para quedarme con ella... o para irme con el navegante tumultuoso, confiada en su espalda y su pericia.


Surgió entonces una certeza por detrás, que borró por completo ese padecer. Quién puede saber para quién esas imágenes están allí esperando. Esa niña-mujer nocturna, flotando en el misterio de su noche, tal vez tenga todavía que despertar mil sensaciones más. Tal vez tenga que volver a dar vida, a insuflar esperanza en lo humano, a rescatar al moribundo, a tender otra vez el hilo hacia lo divino que nos habita. Allí, interpelando desde una vidriera de una calle cualquiera para todo cualquiera que quiera encontrarse con ella. 

Quede allí muchacha, por mucho, muchísimo tiempo. 

Yo, ya la llevo conmigo.

Gracias Silvana Kelm




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